Tras una primera parada en el Tívoli de Barcelona sucedida por una exitosa gira alrededor de España, Sister Act se instala en el Nuevo Alcalá de Madrid durante tres únicos meses. Eduardo Ayuso nos ofrece su “divina” visión del musical. ¿A qué esperan para leerla, hermanas? Recuerden que si no lo hacen, es pecado mortal…
“Ave María Purísima”. Sacerdote: “Sin pecado concebida. El señor esté en tu corazón para que puedas arrepentirte humildemente de tus pecados”… Y sigo: “Señor, tú que todo lo sabes, apiádate de mí que soy pecador. Asistí a una bacanal en una parroquia. Todos ahí cantando, bailando, riendo, blasfemando. Monseñor poseído por el alma de Joaquín Luqui y la Madre Superiora intentaba mantener el orden, pero acabó siendo el alma de la fiesta.” Sacerdote: “Sí, hijo, ¡una noche memorable! ¡Eah!, no pasa nada, I say a little prayer y te absuelvo de tus pecados en el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo”… “Amén”.
Sister Act es una bendición para los oídos. Las voces del cast es lo más destacable de este musical, que cumple con la expectativa de asistir a un espectáculo donde no solo se canta, sino que también se canta bien. Mireia Mambo, en el papel de Deloris Van Cartier, defiende muy bien un papel que no es vocalmente fácil. Cuando canta realmente “te lleva al cielo” y en los diálogos parece que su voz está grabada por la nitidez con la que se escucha, pero todo es por una técnica vocal muy bien ejecutada, poco habitual en el teatro musical en España.
Pero no solo Mireia es el ascensor al cielo en Sister Act. Ángels Gonyalons, en el papel de la Madre Superiora, también te eleva, pero con la sensación de viajar tumbado en unas confortables y mullidas nubes. Esta Madre Superiora es la luz de unas hermanas que descubren de la mano de Deloris su gran talento para cantar… y menudo talento. Todas las actrices están sensacionales y tanto cantando individualmente como en grupo la experiencia es, como su Madre, “Superior-a”.
Si bien es un musical de voces, el humor también está muy presente. Las risas del público responden intensamente a un guión lleno de guiños locales que funcionan muy bien. Desde el comienzo, el ritmo de situaciones cómicas basadas en estereotipos religiosos es contante y no desciende. No es un humor para ateos, “Dios me libre de decir eso”. Es un humor para creyentes y no creyentes, blancos y negros, altos y bajos, de una acera o de la otra, de aquí o de allí… todas las almas son bienvenidas en esta parroquia.
La escenografía es sencilla, no de musical de gran formato, pero resultona. No explota todo el potencial de algunos momentos del musical. La sensación de “y ahora ocurrirá algo espectacular… ah! Pues no” es algo frecuente. Hay varios temas que claramente piden “Señor, dame una escenografía más sofisticada, más focos, algo que suba y que baje”. Es cierto que el peso está en las voces y las canciones, pero es un musical estrenado en el West End londinense y en Broadway (no en Off-Broadway) y eso ya debería marcar unos estándares.
Diré que después de disfrutar Sister Act sigo sin oír la llamada del Señor. Mi agnosticismo sigue intacto tras una dura batalla enfrentándome a las siempre geniales composiciones de Alan Menken interpretadas por unas Sisters muy Activas que te levantan de tu butaca y te hacen escucharte a ti mismo decir “¡Qué bien se lo pasan! ¿Debería tomar los hábitos?” Nada como romper las reglas y abandonarse al placer para ser feliz.
Damas y caballeros, a pecar. Sister Act… Pasen y vean.
Por Eduardo Ayuso (@DUARAUD)