La compañía teatral La Bicicleta regresa al Teatro San Pol con uno de sus montajes más exitosos, que cumple ya su tercera temporada tras ser visto por más de 40 000 espectadores. Guillermo Názara nos cuenta su visión sobre esta producción que reinterpreta uno de los clásicos infantiles más conocidos de todos los tiempos.
Los hermanos Grimm son la fuente preferida de muchos artistas (quien no me crea, que se lo pregunte a los herederos de Walt Disney). Y en las últimas temporadas, parece que la historia de esa niña ingenua que se adentra en un bosque lleno de peligros (se nota que fue escrito en otra época) se ha convertido en el tema estrella de muchos montajes teatrales, infantiles y adultos. Con estos antecedentes, ver una obra basada en esta trama a priori no resulta muy atractivo. Pero cuando las cosas se hacen bien, las opiniones cambian rápidamente.
La compañía La Bicicleta ha creado un espectáculo que merece ser uno de los shows estrella de la Gran Vía: es fresco, entretenido y está muy bien ejecutado. Buenas interpretaciones y voces estupendas, el reparto es uno de los puntos fuertes de esta producción. Varios de ellos han encontrado un registro en el que se mueven cómodamente. Los había visto actuar anteriormente y no estaban mal, pero aquí están soberbios. No obstante, uno se lleva el mayor aplauso de todos, y ese es Felipe Ansola (alias el “Lobo Feroz”), por su energía, su enorme vis cómica y su gran voz. No hay duda de quién es el verdadero protagonista del show.
La partitura, firmada por Jaume Carreras, es otro de los grandes personajes de esta obra. Las canciones nos son muy pegadizas (salvo la frase del “bosque mágico”), pero funcionan: reflejan bien el tono de cada situación y permiten que los actores se luzcan en el escenario. Sin embargo, echo de menos que los números no concluyan con más fuerza (muchas veces uno sabía que terminaban solo porque se apagaban las luces). El guion también es un punto que destacar: la caracterización del Lobo y de la Abuelita son lo mejor de la historia, y las extrañas criaturas del bosque se llevan las risas y el aplauso de los más pequeños. Lo único que no me convence es el romance de la madre de Caperucita, que creo que no aporta mucho en esta historia (al menos, de la forma en la que está planteado).
Pero en lo que más quiero hacer hincapié es en la puesta en escena, porque realmente me ha impresionado. Después de años recibiendo notas de prensa que aseguran que su obra tiene unos “decorados maravillosos, impactantes, los mejores de Madrid…” y mil frases por el estilo, lo normal es desarrollar cierto escepticismo. En este caso han superado todas mis expectativas. El diseño de escenografía es espléndido: decorados reales (que hoy en día se agradecen, incluso en el gran formato), transiciones muy bien cuidadas y audiovisuales que complementan, no son el recurso principal. Y sobre todo, ¡GRACIAS POR NO DESAFORAR Y PREOCUPARSE DE NO HACERLO NUNCA! Parece una tontería (de hecho es un básico del teatro), pero últimamente me he llevado muchas decepciones con este tema, e incluyo a los montajes más complejos.
La versión que la compañía La Bicicleta ha hecho de este clásico es una verdadera razón para ir al teatro, y para que los más pequeños se aficionen a él. De todas las adaptaciones que he visto de esta historia, esta es sin duda la mejor. Y en el ranking de shows familiares, anda muy cerca del primer puesto. Hasta el 18 de febrero, todos los sábados a las 12:00 h en el Teatro Sanpol.
Por Guillermo Názara