Entre las aparentemente tranquilas calles de Greenwich Village, el zumbido de la manía teatral londinense sigue rugiendo en el escenario con el estreno de este nuevo musical que aborda las luchas de la vida cotidiana a través de la narración de una excepcional. Guillermo Nazara reseña este original espectáculo británico, para que sepamos lo que cabe esperar en esta trepidante búsqueda del respeto por uno mismo.
Hay algo sobre las grandes divas que caen en el pozo de la desaparición que siempre ha fascinado a los escritores -y al público, por lo que importa-. Desde gigantes reales como Maria Callas hasta iconos inventados como Norma Desmond (para todos los que se lo pregunten, la arpía delirante de Sunset Boulevard), la ficción está repleta de historias de artistas que construyen un imperio de fantasía y adulación sólo para ser destrozados en mil pedazos de sueños rotos. A veces por ingenuidad, a veces por un ego desenfrenado, las razones y la evolución de su viaje hacia el olvido suelen suponer una interesante oportunidad para los creadores, ya que es su momento para bucear en la capa más olvidada de una celebridad (al menos hasta hace poco): el hecho de que viven una realidad tan parecida como la de todos los humanos.
Esta semana, el Teatro Greeenwich estrenó Are You As Nervous As I Am?, una obra que trata del ascenso y el declive de la estrella de la farándula Peggy Starr (no es un juego de palabras). La historia de Peggy Starr, una pueblerina de Gales con un don personal distintivo para “llevar la felicidad a los demás” a través de su convincente voz de cantante, presenta varios temas enmascarados por la clásica historia de esa chica que está en el lugar correcto en el momento perfecto sólo para descubrir que la vida que una vez pensó como felicidad era una pesadilla cubierta de velos de ensueño. Engaño, abuso, interés y la frágil fuerza de la mente para enfrentarse a todo ello, la trama ofrece un escenario estimulante para el espectador. En este sentido, el libro es, con diferencia, el que mejor cumple su cometido, ya que sus diálogos, veraces y en ocasiones ingeniosos (mérito de Simon Spencer), permiten que la obra (especialmente durante el primer acto) tenga cierto ritmo propio.

La partitura original, escrita por el compositor Leighton James House, abarca varias décadas del siglo XX (en concreto, los años 50, 60 y 70 son el núcleo de la historia) y presenta una mezcla de estilo contemporáneo con una esencia de revista antigua. No obstante, esto no es una sorpresa, ya que la mayoría de los números tratan de que los personajes interpreten realmente un número musical dentro de la historia, en lugar de utilizarlos como mecanismo para canalizar sus emociones o hacer avanzar la trama. Sin embargo, esto también plantea una pregunta interesante: ¿realmente estamos viendo un musical o una obra de teatro con música? Es cierto que, en algunos momentos, las canciones , pero no es menos cierto que hay muchos fragmentos en los que, como espectador, desearías que los actores cantaran, algo que realmente beneficiaría el ritmo general de la obra y, en definitiva, su atractivo.
Dirigida por Phoebe Barran, el otro gran punto fuerte de esta producción es la escenografía. Concebida por Kevin Jenkins, el uso de un decorado con paneles de madera en diagonal nos transporta eficazmente a través de los diferentes ambientes, ya que su aspecto sencillo, aunque auténtico, de mediados de siglo, sirve de sala polivalente capaz de albergar tanto una vivienda como un bar o un estudio de grabación. Con un proscenio lleno de bombillas, acompañado de un diseño de iluminación frecuentemente correcto, este último desarrollado por Mike Robertson, las escenas de “gala” son probablemente los momentos mejor resueltos, ya que consiguen sumergir al público en la misma excitación que experimenta el personaje mientras se le da protagonismo.

En ese foco principal se encuentra la actriz principal Katie Elin-Salt, que interpreta a la inocente ingenua Peggy Starr. Una cantante decente y una actriz mucho mejor, su carisma en el escenario se demuestra innegablemente por su capacidad de hacer que Peggy no sólo sea simpática, sino genuinamente adorable. Frente a ella, Bill Ward, en el papel del insidioso compositor Bob, ofrece sin duda la interpretación más brillante de esta producción, dando elegancia y estilo a un personaje que, aunque odioso, mantiene un nivel de atractivo gracias a su tratamiento del material de origen. Por otro lado, Emma Thornet, en el papel de Janet (la hermana de Peggy), lamentablemente no logra mantener ese nivel, ya que, aunque es suficientemente convincente en su actuación, su tono suele salirse cuando hace armonías vocales.
Are You As Nervous As I Am? es, en muchas formas, un justo ejemplo de logro en equipo, ya que las contribuciones de los creativos y del reparto ayudan a salvar la pieza a diferentes niveles. Aunque todavía necesita mejorar en cuanto a su estructura y motivos (se cuentan demasiadas cosas y sólo se rasca la superficie de las mismas a través de las canciones y la narración), todavía tiene el potencial de convertirse en algo con la capacidad de destacar de alguna manera. Si se tienen en cuenta estos apuntes, es posible que estemos asistiendo a algo digno no sólo de una buena estancia en el distrito Off, sino también de una temporada respetable en el centro del teatro londinense.
Are You As Nervous As I Am? se representa en el Teatro Greenwich hasta el 23 de octubre. Las entradas están disponibles en este link.
Por Guillermo Názara