El Southwark Playhouse londinense acoge el estreno mundial de esta nueva obra de la compañía Papatango, entre cuyos logros se encuentran el Olivier y el Premio del Círculo de Críticos. Guillermo Názara reseña su último trabajo tras asistir al estreno, para darnos a conocer su opinión sobre esta reflexión acerca de los complicados lazos que unen a personas que quizá no estén destinadas a estar juntas.
Dicen que la familia lo es todo. En realidad tienen razón. Porque nadie te ayudará tanto como los que eliges para formar parte de ese círculo cercano. Y nadie te hará tanto daño como aquellos que estuvieron forzosamente en él en algún momento. Las relaciones tóxicas, sobre todo cuando se trata de las que están unidas por la sangre, no son algo extraño para casi nadie. El maltrato se ha abierto paso en nuestras vidas de tantas formas que, de hecho, es extraño no recordar algún momento dañino en el que alguien que creíamos (recalquemos esa palabra) que debía amarnos finalmente lo hizo. Definitivamente, no es algo nuevo de lo que hablar.
Esta semana, uno de los teatros alternativos más importantes de Londres ha acogido el estreno mundial de Here, una nueva obra de Clive Judd y dirigida por George Turvey que explora los lazos (y más en concreto, los muchos cabos sueltos) de una familia desquiciada, aunque tres de ellos vivan juntos. Sentimientos inconfesables de miedo, odio y, posteriormente, amor se funden en este polvorín escénico (y de la vida real), cuya mecha está ya en su última mitad desde su mismo comienzo.
Las reuniones familiares que se transforman en batallas de rencor y mala leche (si no se presentan como tales en su forma original) no son nada que deba desconocerse (perdón por el juego de palabras) (sí, lo sé, lo siento…). Desde clásicos intempestivos como Quién teme a Virginia Woolf (que tiene que ver con parejas marchitas fracasadas) hasta intentos más recientes como Mad House (reseña en este enlace), la ficción está repleta de exploraciones que tratan el mismo tema y, probablemente, la misma filosofía: “¿por qué se supone que tenemos que lidiar con gente que no nos gusta sólo porque la sociedad nos dice que esa es la idea de una vida feliz? No tiene sentido”.

Dada la recurrencia de este tema (por alguna razón, un favorito de los dramaturgos), las posibilidades de que el próximo material desprenda alguna originalidad son, como mínimo, escasas, siendo el enfoque a menudo la única forma de que la pieza tenga algún tipo de singularidad. Lamentablemente, ese es probablemente el mayor defecto de Here, ya que no consigue aportar nada nuevo a la fiesta. A pesar de que los diálogos están dotados de profundidad y de una notable naturalidad (parece como si estuvieras escuchando una conversación privada), las motivaciones de los personajes (o más exactamente, en este caso, las frustraciones) parecen más bien una lista de tópicos que ya se han escuchado antes -relacionables en su forma, pero que luchan por establecer un verdadero contacto con el espectador.
Además, la estructura del guión, tanto en lo que respecta al ritmo como a la premisa, parece incierta, ya que algunos de los giros que da la obra dan la impresión de que la historia que se pretende contar está aún por construir, aparte de que algunos momentos son demasiado lentos. El diseño, por otra parte, no contribuye a mejorar la experiencia, ya que el uso de una gasa permanente que rodea todo el decorado (supuestamente delimitando el espacio de la casa donde se desarrolla la acción) sólo aporta la sensación de que se está viendo una película en la pantalla – borrando la proximidad y la franqueza que debería ser siempre inherente al teatro. Esta conclusión se ve reforzada por el tratamiento que se le da a una segunda pantalla más adelante en la representación, revelando un jardín donde uno de los personajes fuma mientras la atención se dirige a su mujer y a su hijastra.
No obstante, la producción tiene algo de salvación, ya que las brillantes interpretaciones de los miembros del reparto consiguen hacer de la representación un viaje más agradable. Aunque todos ellos son bastante robustos, la interpretación de Sam Baker-Jones es sin duda la más destacada de toda la compañía, ya que la sutileza y la aparente cautela de su interpretación son capaces de hacer que la casa se venga abajo, lo que demuestra que es un talento natural (o quizás, un joven pero minucioso conocedor del oficio de actor). En el lado femenino, Lucy Benjamin, en el papel de la insultante e inestable tía Mónica, ofrece una interpretación muy convincente, decidida y (casi constantemente) creíble de un personaje desagradable que no es necesariamente malo.
Hay ideas y más ideas, y más formas de darlas a luz. Puede que aquí se haya partido de una aceptable (de hecho, interesante), pero incluso las piezas más exitosas y celebradas del teatro (y de cualquier otro medio) se habrían caído al pozo si su no demasiado maravilloso primer borrador no se hubiera desechado y pulido tantas veces como fuera necesario (nunca es una ni dos). Here está quizás en mejor estado que esos intentos iniciales, pero siguen siendo vitales los esfuerzos si desean que esta obra tenga una vida más larga (de nuevo, disculpen el juego de palabras). Con el cambio de imagen adecuado, puede encontrar su propia alma y aspirar a cierta intemporalidad. Sin ella, el olvido será su final.
Todas las imágenes son de The Other Richard.
Here se representa en el Southwark Playhouse de Londres hasta el 3 de diciembre. Las entradas están disponibles en este link.
Por Guillermo Názara