
La última creación del compositor británico regresó a los escenarios el mes pasado tras un parón de 6 semanas. Basado en el clásico cuento de hadas, este musical pone la conocida historia patas arriba con un enfoque cómico y moderno. Guillermo Názara nos ofrece su visión de la última apuesta de Webber, para contarnos si estas vez, el sueño se ha hecho realidad.
La belleza lo es todo. No hay nada que cuestionar. Y eso es todo lo que yo (y cualquiera) aprenderá al ver un musical como la versión revisada de Andrew Lloyd Webber del clásico cuento de hadas Cenicienta: nada más importa que este atributo. A fin de cuentas, eso es lo que este show demuestra y enseña a los demás: una historia atractiva, preciosos estándares morales, hermosas letras y, sobre todo, una encantadora y asombrosa partitura. Cinderella es, hasta cierto punto, el compendio de lo que se supone que debe ser este género: entretenimiento de calidad, y resulta difícil quedarse sin argumentos con los que explicar por qué.
Ambientado en la ciudad ficticia de Belleville, esta adaptación da una vuelta completa al romance de Perrault y los Hermanos Grimm al transformarlo con punto de vista moderno. Con este resumen, el instinto nos hace pensar en un nuevo ataque de la brigada de la corrección política; nada más lejos de la realidad. Ingenio, humor astuto y una profunda comprensión del alma humana. Esta pieza es probablemente un ejemplo de lo que Andrew Lloyd Webber mejor sabe hacer como narrador: contar historias de marginados icónicos que se sienten injustamente rechazados por la sociedad en las que se les ha sentenciado vivir. Gótica, fea y con mal genio, Cenicienta es lo opuesto a lo que se nos ha presentado antes, pero no sería una locura decir que, en algunos aspectos, es también mejor.
No hay pícaros ratones ni amables pajarillos (y si no, que se lo digan a una Bellevilliana en el número de apertura) que ayuden a la pobre heroína en este universo. En su lugar, un joven independiente e inconformista Príncipe Sebastian será su compañero de batalla. Maravillosamente interpretado por el actor revelación Ivano Turco (cuyas habilidades vocales, interpretativas y de baile constituyen de sobra una triple amenaza), esta obra explora minuciosamente la importancia de la individualidad y de ser fiel a uno mismo. Temas que David Zippel ha sabido enfrascar con sus letras, quien de nuevo (como ya había hecho en Hércules) exhibe su capacidad innata para mezclar ironía y profundidad con versos que rezuman naturalidad y buen gusto. Emerald Fennel, como guionista, mantiene la maquinaria en movimiento con escena bien construidas y diálogos desternillantes (testados ante el público).





Pero nada de esto sería efectivo si quienes se ocupan de darle vida no pudieran aguantar el ritmo. Por suerte para sus creadores, es justo lo contrario. De los swings a los principales, el reparto de Cinderella nos lleva sin baches por los caprichosos caminos de esta desconocida aventura. Uno de los mayores aplausos (aparte del ya mencionado impresionante actor protagonista) va para Victoria Hamilton-Barrit y su graciosísima interpretación, a lo Joan Collins, de la Malvada Madrastra. Georgina Onuorah (como alternante del rol titular) le hace justicia al personaje al mostrar un notable talento para cantar, mientras que Laura Baldwin y Georgina Castle hacen al público llorar (de la risa, eso sí) como las ineptas y descerebradas Hermanastras.
A grandes rasgos, Cinderella es mucho más que un admirable esfuerzo, es un glorioso triunfo que asegura a Andrew Lloyd Webber como todavía una de las mayores referencias del teatro musical, tanto como creador como, esta vez, productor. La meticulosidad del vestuario (con un sorprendente nivel de detalle y una calidad tangible) y adecuados decorados (crédito de ambos para Gabriela Tylesova) constituyen la última comprobación en la lista, y confirman que el compositor y empresario de 74 años ha podido sacar por fin algo especial y, lo más importante, diferente a sus trabajos más recientes. No hay nada que reconsiderar: de todas las Cenicientas, esta es la que me voy a llevar al baile.
5/5 estrellas.
Cinderella se representa en el Gillian Lynne Theatre de Londres de martes a domingos. Las entradas están disponibles en el siguiente link.
Por Guillermo Názara