Transgresor, único, innovador. Tres formas con las que referirse a uno de los mayores montajes inmersivos que se han representado no solo en los Teatros del Canal, sino probablemente en gran parte del mundo. Escrito y dirigido por la prestigiosa coreógrafa Blanca Li, Le bal de Paris convierte a los espectadores en los protagonistas de esta producción de danza donde la realidad virtual los transporta a un nuevo universo. Guillermo Názara conversa con su autora sobre esta ambiciosa apuesta, que hasta mañana podrá disfrutarse en la Sala Verde.
¿Cómo surge la idea de Le Bal de Paris de Blanca Li?
A mi siempre me han interesado mucho las nuevas tecnologías y me gusta descubrirlas y utilizarlas en mi trabajo. Hace unos años hice un primer film que se llamaba Blanca Li 360, donde ya utilicé esta tecnología por primera vez. Hice una coreografía para 20 bailarines donde el espectador con las gafas de realidad virtual se encontraba en el centro de los bailarines. Fue a partir de ese momento cuando surgió la idea de crear un espectáculo completamente inmersivo en realidad virtual. Ahora acabo de estrenar el primer espectáculo en el mundo que utiliza esta tecnología con bailarines reales.
Cuando expliqué al equipo de Backlight, una empresa de París dedicada a la realidad virtual que conocí en el Festival de Venecia y con el que he colaborado finalmente, lo que tenía en la cabeza, me dijeron: “Lo que nos estás contando no se ha hecho nunca, ahora mismo es imposible”. Pero les apetecía embarcarse en la aventura, y así que llevamos dos años y medio haciendo pruebas, inventando y creando el contenido. Es algo que me pasa con frecuencia: me viene una idea a la cabeza pero me lleva tiempo precisar la tecnología necesaria para desarrollarla.
¿Por qué París para ambientar este universo?
Hace años que vivo y desarrollo allí mi carrera. París es una ciudad bellísima y un sueño para mucha gente viajar a esta ciudad.
Esta obra es como un sueño, un viaje, me encanta ver que el público sale de la experiencia con la sensación de haber viajado a París. Me gusta imaginar que cuando vayamos de gira por el mundo invitaremos al publico a este viaje virtual a un París fantástico. Para mí, desde el principio, la presencia de la moda en este espectáculo era muy importante porque París es la ciudad de la moda, pero también porque quería que el público se tuviese que vestir de gala para asistir al bal; quería que se sintiese muy bello, elegante y parisino. Por eso acudí a Chanel, una casa de moda de toda la vida, moderna, femenina y parisina, para proponerles crear el vestuario de esta obra. Me hizo mucha ilusión cuando decidieron acompañarme en esta aventura.
En varias ocasiones, entre las dificultades tecnológicas y financieras, tuve la sensación de que nunca lo iba a conseguir.
Una obra en la que los espectadores son también bailarines y acceden a un mundo de fantasía a través de la realidad virtual. ¿Cómo se diseña algo tan complejo, en lo que respecta a la danza?
Para mí lo más importante de esta creación era llegar a crear un mundo en el que el público es parte integrante de la historia y llega a olvidar que está en un mundo virtual. Me gusta ver como se abandonan y interactúan con los bailarines y participan libremente a la danza, riendo y disfrutando.
Ha sido un gran reto: todo ocurre en un escenario virtual, la pieza está pensada para ser interactiva (aunque esto se ha matizado mucho a raíz de la pandemia y las necesarias medidas de seguridad), e intérpretes y público han de ir equipados con unos cascos de realidad virtual, un ordenador en la espalda y captores en las piernas y en las manos. Así, lo primero que tuvimos que tener en cuenta fue que las coreografías se pudieran realizar con todo el equipo tecnológico que tenían que llevar a cuestas. Y luego, hemos creado un lenguaje corporal para cada personaje, y unas coreografías que responden a las necesidades de cada escena. Porque, en realidad, esto es un musical: hay tres actos y en cada uno hay músicas diferentes, todas ellas compuestas por Tao Gutiérrez, con quien colaboro habitualmente. El primer acto es un gran vals, así que las coreografías beben más de lo clásico. El segundo es una suerte de garden party, en la que se desarrollan una especie de danzas tradicionales que nos hemos inventado. Y el último acto es tipo cabaret.
Durante su creación y/o preparación, ¿ha habido algún momento en el que este proyecto haya parecido una misión imposible?
Es una misión imposible desde el principio, hemos tenido que empujar los límites de la tecnología y desarrollar un programa especial para poder realizarla sin saber si al final, lo íbamos a conseguir o no. Luego tuve que conseguir la financiación para la creación ya que es como hacer un largometraje, esto también fue muy difícil. Inicialmente, muy poca gente entendía el proyecto, hasta que, hace un aproximadamente un año, desarrollamos un primer piloto en el que invitamos algunas personas que comprobaron que la tecnología que proponíamos funcionaba. Solo así comenzamos a tener colaboradores económicos, entre los que, finalmente, se encuentran: además de los Teatros del Canal y Backlight Studio, Chaillot – Théâtre national de la Danse, y Centre national du cinéma et de l’image CNC (Francia), Film Fund Luxembourg, Epic MegaGrants (EE. UU.), Europa creativa de la Unión Europea, la Ciudad de París además del citado Chanel como partenaire exclusivo.
En varias ocasiones, entre las dificultades tecnológicas y financieras, tuve la sensación de que nunca lo iba a conseguir. Ha sido muy muy muy complicado. También ha estado la pandemia: hemos tenido que adaptarnos a la situación, porque la idea inicial era que la gente llegara a una fiesta real donde todo el mundo se podía tocar, bailar, beber… La parte virtual de la experiencia no la hemos tenido que cambiar, pero si hemos tenido que tomar unas medidas de higiene y seguridad muy importantes para la limpieza y desinfección del material que toma mucho tiempo entre cada espectador. Estaba previsto qué hubiese una fiesta en el mundo real que acompañaba el espectáculo virtual y toda la parte del mundo real la he tenido que suprimir. Confío en poder retomar la versión absoluta cuando la crisis sanitaria (por fin) termine.
El espectáculo combina danza con música original y gráficos para crear una experiencia inmersiva. ¿Cuál ha sido el proceso creativo que habéis seguido entre los tres?
Primero escribí el concepto de la obra completa; luego desarrollé el guion; después, con mi director gráfico, Vincent Chazal, empezamos a desarrollar el trabajo gráfico y estético de la obra. A partir de ese momento, entró Backlight para el desarrollo de la parte tecnológica, la programación en realidad virtual. Luego, empezamos a trabajar con Tao Gutiérrez en la música, más tarde llego la coreografía virtual, la animación y la coreografía real. En total dos años y medio de trabajo.
¿Hay algún elemento que haya supuesto un reto en especial?
El reto era el proyecto mismo, no se había conseguido nunca antes meter a más de 50 persona simultáneamente presentes con el cuerpo completo y en tiempo real en realidad virtual
¿Podría ser este el inicio de una nueva serie de espectáculos que combinan danza con realidad virtual?
Es una puerta que se abre para la creación.
Como artista, ¿qué es lo que más te ha aportado la creación de este show?
Es una parte de mi vida como cada uno de mis espectáculos. Cada vez que acabo una creación lo que mas me emociona es ver al público compartir mi sueño.
¿Por qué hay que ver ‘Le Bal de Paris de Blanca Li’?
Porque es algo insólito, inaudito y muy divertido. Es una manera distinta de vivir y experimentar un musical y una nueva forma de vivir la danza, en un universo virtual. Una vía para descubrir nuevas tecnologías y lenguajes escénicos diferentes. Y porque el público se va a reír, va a bailar y se lo va a pasar genial, siempre con total garantía seguridad sanitaria en estos tiempos.
Se puede ir en grupo, en familia… Aprovechemos los días que tenemos libres, que falta nos hace. Esto es una fiesta.
Por Guillermo Názara